Lluvia de Rosas es y seguirá siendo gratuito para todo el mundo, y es por ello que necesitamos de su ayuda para seguir creciendo como instrumento de propagación de la fe católica a través de Internet:
“Soy de un carácter tal, que el temor me echa para atrás, mientras que el amor, no sólo me hace correr, sino volar” (A 80v).
El salmista se hacía eco de una pregunta que le dirigía la gente por la calle: ¿Dónde está tu Dios?
Nosotros, con Teresa que escrutaba el carácter de Dios en la Escritura, nos preguntamos cómo es nuestro Dios.
A Teresa su Dios de amor le hacía volar. ¿A nosotros, qué?
Una forma de responder es mirar con calma nuestra vida, porque Dios se hace visible en el comportamiento de cada día, porque Dios, al revelarse, se desvela en nosotros.
Descálzate. Es el primer consejo que nos da Teresa: Purifica tu imagen de Dios. Ella se encontró con personas sin libertad interior, llenas de temores, porque el Dios que llevaban dentro no era el del evangelio de Jesús. Ella misma supo lo que es pasar de las estrechuras a la anchura cuando dio con el Dios de la misericordia. “Me lanzó a velas desplegadas por los mares de la confianza y del amor” (A 80v).
El terreno es santo. Teresa nos invita ahora a entrar y contemplar el rostro de Dios: “Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre. “El que sea pequeñito, que venga a mí” , dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que “a los pequeños se les compadece y perdona”. Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día “el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho”. Y como si todas estas promesas no bastaran, el mismo profeta, exclama en nombre del Señor: “Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré”. Ante un lenguaje como éste, sólo cabe callar y llorar de agradecimiento y de amor” (B 1r).
Momento de reflexión orante.
·Siente a Dios como un pastor que te cuida.
·Quédate seguro en sus brazos porque Dios es como una madre que te estrecha en su pecho.
·Déjate acariciar por Dios.
·Expón ante El tus penas para que te dé el consuelo.
·Camina por la vida con la conciencia de que te lleva en sus brazos.
·Haz de tu vida un permanente canto a su misericordia.
·Ofrécete para que El te envíe a la humanidad a ser su voz y su ternura, su liberación y su misericordia.
Oración. “Tú sabes, Dios mío, que yo nunca he deseado otra cosa que amarte. No ambiciono otra gloria. Tu amor me ha acompañado desde la infancia, ha ido creciendo conmigo, y ahora es un abismo cuyas profundidades no puedo sondear” (C 35r).
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