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Luis, el peregrino PDF Imprimir E-Mail

¡Ella tiene razón, piensa Luis, al buscar a su madre! Qué esposa... ¡Cómo habría podido imaginársela hace dieciséis años! Tenía enton­ces treinta y cinco años y no pensaba casarse, pues se encontraba bien como célibe.

Había nacido el 22 de agosto de 1823 en Burdeos, donde estaba acantonado el batallón de su padre, Pierre Martin, capitán del ejército francés, retenido en España a causa de una campaña en el momento del nacimiento de Luis. Así cambian de sitio los militares y sus familias. A los cuatro años y medio volvere­mos a encontrar al pequeño Luis al otro lado de Francia, en Estrasburgo. Luego, a los siete años y medio, va a Alençon, en la Normandía de su padre. Sin duda, estudió entonces con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, pero sus estudios parecen haber sido menos los de un alumno clásico que los de un autodidacta que ama la literatura y aprende el alemán.

A Luis Martin se le conoce, sobre todo, por la descripción que de él hizo su hija Teresa, en su autobiografía: un viejo venerable y muy piadoso, que adora a sus hijas, un poco soña­dor y que vive de las rentas. Este es "Luis Martin II". Luis Martin I, por el contrario, es el joven que con perseverancia y suave tesón descubre su camino, elabora con paciencia un proyecto y gana un puesto en la sociedad. A los diecinueve años, abandona Alençon y pasa largos períodos como aprendiz de relojero con la familia o en casa de sus amigos: un año en Rennes, cuatro en Estrasburgo, tres en París, donde vive la turbulenta revolución de 1848, con la abdicación del rey Luis Felipe y la elec­ción del presidente de la república Luis Napo­león Bonaparte.

Hijo de militares, Luis es hombre de orden y del deber cumplido, un animoso siempre dispuesto a intervenir y a tomar decisiones. "De la idea a su realización, para mí no hay mucha diferencia", escribirá más tarde a su amigo Nogrix. Meditativo, profundamente religioso, lleva en sí el sueño de abrazar la vida monástica -incluso se priva durante toda su vida del gusto de viajar-. A los veinte años, vi­sita el monasterio del Gran San Bernardo; a los veintidós, vuelve allí solicitando la admi­sión entre los canónigos de San Agustín. "Siempre pensé -dirá más tarde su hija Celi­na- que, en sus deseos de vida religiosa, con su elección del Gran San Bernardo para vivir en las alturas, lejos del tumulto de las ciuda­des, no le era extraño el atractivo del peligro para acudir en ayuda de los viajeros en apuros en los glaciares".

Luis no fue rechazado por los monjes, se le pidió solamente que completara sus estudios. Comenzó, en efecto, a recibir clases de latín con un profesor particular. Después de año y medio abandona estos estudios dificultosos.

Se concentra totalmente en su futura instala­ción como relojero. A los veintisiete años, en noviembre de 1857, compra en Alençon, en el número 15 de la calle del Puente Nuevo, una casa donde instala un taller y tienda, a la que pronto añade un escaparate de joyería. Lleva a vivir con él a sus padres, ya mayores, que han perdido ya a tres hijos, de nueve, veinticinco y veintiséis años.

Sus negocios prosperan. En siete años, pa­ga las deudas contraídas y compra en las afue­ras de la ciudad un jardín con una pequeña to­rre hexagonal de dos plantas: el "Pabellón", que se convertirá en su lugar de oración y de lectura. Con su trabajo, sus partidas de pesca, los amigos del Círculo Vital Romet, las obras de la parroquia y la misa diaria, esta soledad parece ofrecer todo lo que su alma puede de­sear.

Pero lo hace sin consultar a su madre, in­quieta al ver que su hijo sigue soltero. ¿Es ella quien le propone casarse con Paulina Romet, proposición seguida de una negativa categóri­ca por las ideas demasiado "liberales" de la familia Romet, como explicará Celina? Sea lo que sea, la vez siguiente Fanny Martin tuvo más éxito. En la escuela de encaje de Alençon que ella frecuenta, ve a Celia Guérin, el dia­mante de quien habla con insistencia a su hijo joyero.


 

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  Comentarios (1)
 1 LUIS Y CELIA MARTIN
Escrito por SARA, el 23-04-2011 16:54
sin duda dios unio a los santos luis martin y celia, porque gracias a ellos florecieron muchas flores, pero, solo 4 florecieron y buscaron por esposo al autor de su existencia, DIOS planeo que ese sencillo matrimonio tuviera tal union y amor que ahora debe existir en el matrimonio
 
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