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Emocionado, el jueves 24 de junio de 1874, en el jardín de la calle de San Blas, Luis sonríe recordando... En efecto, Celia era otra cosa. Lo había comprobado desde el primer encuentro organizado: con Celia no se equivocaría. Mujer enérgica, de corazón transparente, de espíritu práctico y activa, es profundamente cristiana.
Característico de su alma religiosa y de su deseo de abnegación activa para con los pobres: un día (tenía entonces dieciocho o diecinueve años) había pedido poder entrar en las Hijas de la Caridad, las hermanas de San Vicente de Paul que, en el Hótel- Dieu de Alençon, consagran su vida al Señor sirviendo a los enfermos hospitalizados. La superiora no le reconoce que tenga vocación. Celia no insiste más y comprende que su vocación será la de llegar a ser madre de hijos que, si Dios lo quiere, se consagrarán a él. Más tarde, en su correspondencia se podrá leer más de una vez el deseo de tener un "santo" entre sus hijos, y por supuesto un sacerdote misionero.
El 13 de julio de 1858, en la iglesia de Nuestra Señora, a medianoche (como solía hacer con mucha frecuencia), Luis Martin, de treinta y cinco años, y Celia Guérin, que tiene veinticinco, se dan ante Dios su sí recíproco. Intercambian su promesa de fidelidad, cuyo símbolo es el anillo, y sus corazones con la primera mirada de casados.
Hoy, parecería esto tan inverosímil... Era, sin embargo, el caso de muchas mujeres de aquella época, en la que la sexualidad estaba casi siempre rodeada de un mutismo total: Celia, de corazón escrupulosamente puro, aunque deseaba ser madre, no conocía las realidades del matrimonio...
Grave choque emocional cuando se entera. Luis se comporta con tacto exquisito. De común acuerdo y candorosamente, los casados deciden vivir como hermano y hermana, en unión de corazones y de oración, la comunidad de bienes. ¿No habían soñado los dos en otro tiempo en la vida consagrada? Sin embargo, no buscan la facilidad de una vida tranquila, pues muy pronto acogen en su casa de la calle del Puente Nuevo un niño de una familia muy pobre. Después de diez meses -tiempo para pensarlo suficientemente-, y habiendo hablado de nuevo sobre el particular con un sacerdote, deciden tener muchos hijos: serán nueve.
Lo comprendemos difícilmente. Es tan ingenuo y bello a la vez... Por una parte, ¿dónde está la lógica del matrimonio contraído por Celia tan sin preparación? Por otra, ¡qué respeto por el corazón y el cuerpo de Luis, qué fuerza de espíritu en la espera y la renuncia! Fijos los ojos en Dios, quieren consagrase a él; será volviendo a escuchar al Señor como tomarán la decisión de tener muchos hijos. Teresa, la novena, percibirá la dimensión de la Providencia que ha dirigido su nacimiento: "Fue él quien la hizo nacer en una tierra santa e impregnada de virginal perfume"(A 3v).
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