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¡Qué felicidad cuando el 2 de enero de 1873, a las 23.30 h., dos años y medio después de la muerte de "Melania Teresa", nace esta otra "Teresa", que llega como un regalo, fruto tardío de su amor conyugal. Celia, que acaba de comenzar sus cuarenta y dos años ("la edad en que se es abuela", CF 83) cuando Luis tiene ya cincuenta, esperaba ya "no tener más hijos" (CF 66). Regalo, pues, y al mismo tiempo "sorpresa, porque esperaba un varón. Me lo había figurado desde los dos meses, porque la sentía mucho más fuerte que mis otros hijos" (CF 84). Cómo hubiera rogado Celia para que su hijito llegara a ser un buen sacerdote, un buen misionero...
El 3 de enero, María Francisca Teresa fue bautizada en la iglesia de Nuestra Señora. Su hermana mayor, María, es la madrina, el padrino es un jovencito de una familia amiga, Pablo Alberto Boul; los dos tienen trece años (el padrino de Teresa morirá diez años más tarde). Niña aparentemente "muy robusta" (CF 84-85), "hermosa" y que "ya se ríe" a los doce días (CF 85), Teresa está "siempre alegre" y "se ríe de buena gana" (CF 88).
La alegría siempre nueva del alumbramiento es minada muy pronto por "una angustia continua..., no sé si el purgatorio es peor que esto" (CF 89). Cuando Teresa Melania había muerto por culpa de "su indigna nodriza", que la había dejado "morir de hambre", Celia se estaba diciendo que "no, jamás", los hijos que estaban por venir aún "no saldrían de casa" (CF 61). Así pues, intentó amamantar a su nuevo niño de pecho, pero temiendo que no fuera suficiente, quiso "ayudarse con biberón", después de "no haber podido conseguir que volviera a tomar el pecho".
Al instante, Teresa "bebe perfectamente" (CF 85). Pero a finales de febrero sufre "enteritis", está "muy pálida" (CF 88). El 11 de marzo, el doctor Belloc es tajante: "Esta niña necesita urgentemente ser amamantada, sólo esto puede salvarla". Al despuntar el día (Luis está de viaje), Celia marcha a Semallé a buscar a "Rosita", nodriza que "le es conveniente en todos los aspectos". Hubiera deseado vivamente que Rosa fuera a vivir con ellos a su casa temporalmente, pero no consigue más que "ocho días" - caso de que la niña sobreviva-. Marchan a Alençon. Cuando Rosa ve a Teresa, mueve la cabeza: no hay nada que hacer...
Celia sube a rezar a su habitación ante la imagen de San José. Cuando baja, no cree lo que ven sus ojos:
"la niña que mamaba con toda el alma", pero que rápidamente cae "como muerta sobre su nodriza". "Sentía que se me helaba la sangre -escribe Celia-, la pequeña aparentemente no respiraba". Después de un cuarto de hora, "mi Teresita abre los ojos y comienza a sonreírme" (CF 89): ¡salvada! Pero es necesario que la niña marche con su nodriza...
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