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¿,"Muy dulce"? Hay que verlo... La niña pasa sin duda por un nuevo período de desarraigo, esta vez de Semallé y de su "Rosita", pero pronto reencuentra sus raíces Martin uniéndose fuertemente a su madre: se recordarán las páginas en que Celia, fuertemente unida también ella al "pequeño bebé", la describe sentada en el columpio o "pasando su manita por la cara" de la mamá (CF 119). Pero, otras veces, Teresa se muestra capaz de "enfados espantosos" (CF 147), "rompería todo" lo que es un poco delicado (CF 125). A los tres años "el huroncito" "tan atolondrado" hace prueba de "una terquedad casi invencible" (CF 159). Y su linda "boquita" puede gritar hasta "ahogarse" (CF 147).
Si la enternecida mamá llega hasta premiar al "diablillo que es la alegría de toda la familia" (CF 157) "una naturaleza escogida" (CF 195) -"pequeña naturaleza angelical" (CF 201)-, más tarde la Santa distinguirá en una "naturaleza como la mía" un "gran amor propio": "Estaba yo lejos de ser una niña sin defectos" (A 8 r-v). Por otra parte, al poner de relieve su "amor al bien" ("bastaba que me dijeran que una cosa no estaba bien, para no necesitar que me lo dijeran dos veces", A 8v), implícitamente suscribe las alabanzas maternas en materia del "corazón de oro" (CF 159) de su hija menor, que "no mentiría por todo el oro del mundo" (CF 195).
Teresa es asimismo una fina observadora, que capta los mensajes de la vida. Escucha "con mucha atención" (A 4v, 17v). "Sin darme importancia, prestaba mucha atención a todo lo que se hacía y se decía a mi alrededor, me parece que juzgaba las cosas como ahora" (A 4v).
Con la distancia de los años, comprueba que su "orgullo" natural y su "amor al bien" innato, que le hicieron reaccionar positivamente a los consejos pedagógicos recibidos, transmitían una acción secreta de Jesús, que "supo sacar provecho de todos sus defectos que, dominados a tiempo, le han servido para crecer en la perfección" (A 8v).
Asombrosos los testimonios de Teresa respecto a los "años soleados" de su infancia: "La virtud tenía encantos para mí y estaba, me parece, en las mismas disposiciones que hoy, con un gran dominio sobre mis actos". La Santa añade que "se había acostumbrado a no lamentarse nunca, incluso cuando le cogían lo que era suyo, o cuando era acusada injustamente; prefería callarse y no excusarse, lo que no era ningún mérito suyo, sino virtud natural" (A 11 v). Las excepciones confirmarán la regla.
Reconozcamos que la pequeña Martin encontró en su mamá una educadora espiritual de primera clase, elevando el corazón de su hija "hacia Dios desde su despertar" (A 40r). Celia orientó la libertad de Teresa, poniendo y volviendo a poner a esta criaturita en el buen camino. La buena simiente florecerá abundantemente: "Amaba mucho a Dios y le ofrecía con frecuencia mi corazón, sirviéndome de la formulita que me había enseñado mamá" (A 15 v).
Teresa es consciente de todo lo que debe a estos "padres sin igual" (A 4r), a quienes, llena de veneración, juzgará "más dignos del cielo que de la tierra" (L 261). "Dios se ha complacido en rodear de amor toda mi existencia: ¡mis primeros recuerdos están grabados con las sonrisas y caricias más tiernas! Y si él había dispuesto mucho amor junto a mí, había dispuesto también mi corazoncito, creándole amable y sensible; pues amaba mucho a papá y a mamá y les demostraba mi ternura de mil maneras" (A 4 v). ¡De qué cambios fue testigo la casa de la calle de San Blas!
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