Transcurren años desde su entrada al Carmelo. Teresita hará su profesión solemne el 8 de setiembre de 1890.
Nos cuenta en “Historia de un alma” que, en la víspera a sus votos perpetuos, “nunca hasta entonces me había venido al pensamiento una sola duda acerca de mi vocación. Pero tenía que pasar por esa prueba. Por la noche, al hacer el Viacrucis..., se me metió en la cabeza que mi vocación era un sueño, una quimera... La vida del Carmelo me parecía muy hermosa, pero el demonio me insuflaba la convicción de que no estaba hecha para mí... Mis tinieblas eran tan oscuras, que no veía ni entendía más que una cosa: ¡que no tenía vocación!” (Ms A 76r°). Pero bastó un gesto de humildad, para que la oscuridad que, en su corazón se había presentado, se esfumase. “Sin embargo, para completar mi acto de humildad, - nos dirá - quise confiarle también mi extraña tentación a nuestra Madre, que se contentó con echarse a reír”. (Ms A 76v°).
Teresita profesó al día siguiente. Su profesión fue la síntesis de toda su vida vocacional. Lo expresó ella en la oración que, a modo de «profesión secreta», llevaba sobre su pecho en el momento de emitir los votos (Or 2).
El amor puro, será la vocación de Teresita. «Amor» es la última palabra de cada uno de sus tres Manuscritos. Ultima palabra que pronuncia en su lecho de muerte: Amor...
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