Alimentaba esta aspiración permanentemente leyendo todo aquello que a sus manos llegaba referente a las misiones y a los misioneros. La hermana mayor, sor María del Sagrado Corazón, afirma de ella: “Leía con avidez la vida de los misioneros, porque en ellos encontraba la expresión de sus propios deseos” (Sr. Marie del S.C.). Y ella misma lo afirma en una carta que escribe al P. Roulland: «He leído, después de vuestra partida, la vida de varios de vuestros misioneros [de las Misiones Extranjeras de París]. Leí, entre otras, la de Teófano Venard, que me interesó y emocionó sobremanera» (carta al P. Roulland). Su corazón se identificaba con los pensamientos y las acciones de los misioneros, vibraba con ellos; así le acontece al leer la vida del joven mártir de Tonkín: «Reflejan mis propios pensamientos, mi alma se parece a la suya» (Apéndice II). Los mártires son siempre testigos elocuentes, que nos hablan con su vida hecha palabra de fuego.
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