Homilía de la Misa celebrada en el 

Carmelo Lisieux Argentino

 “Carmelo de Santa Teresita” el 28/09/13

 Por las intneciones de la Página Lluvia de Rosas

Llegamos al Carmelo, en tiempo de Novena, todos nosotros con un corazón amante de Dios, queriendo aprender de nuestra Maestra espiritual.

Venimos a pedirle que nos enseñe a caminar su “Caminito”, muy recto y muy corto, totalmente nuevo (Ms C 2v) que nos eleve, tan sencillamente como quien sube un ascensor hacia los pisos más altos…

Necesitamos de ella, que nos diga cómo conservar el perfume de la santidad, necesitamos que nos rocíe del Amor con mayúscula que, como lluvia nos empapa cada día para que podamos construir el Reino de Dios y junto a Jesús, transformemos, como ella al mundo.

Por eso, hoy le pedimos una “Lluvia de rosas”, que tiene la suavidad y el perfume del pétalo, que tiene el sacrificio de ser, cada rosa, signo de amor que se arranca del rosal para demostrar amor, alimentándose del cabito, y no de la raíz, en agua… que sabe de espinas, pero que, también sabe que no se queda ahí, sino que termina en flor…

Le pedimos a Teresita que esa lluvia nos indique, como un camino, aquellos lugares donde debemos pisar.

Y le decimos a ella:

Que nos envíe rosas de santidad, tomando conciencia de nuestra vocación al Amor, no apoyándonos en nuestros méritos, sino contentándonos con nuestros débiles esfuerzos que van dulcemente recubiertos por todos los méritos infinitos de Jesús (Cf. Ms A 32r.)

Que nos regale rosas de Abandono para sabernos hundir en el mar tempestuoso de la vida (Cta 128) y allí descubrir al Buen Jesús dormido pero con su corazón velando (Ms A 68r)

Que nos derrame rosas de confianza, para conducirnos y guiarnos por el camino del amor y así derribar dificultades y debilidades, alentando con generosidad actitudes que nos llevan directamente a los brazos del Padre (Cf. Ms A 92r)

Queremos pedirle a Teresita:

Una lluvia de pequeños capullos de pequeñez y pobreza, capullos que agradan a Dios, capullos de una pequeña alma que sabe que siendo pequeña, Jesús la eleva con sus mismos brazos (Ms C 3r), que espera con las manos vacías (Or 6) y en paz, sabiendo que contamos con Dios y, de Dios, su Misericordia.

Queremos pedirle pimpollos de paz, de esa paz tranquila que tiene el navegante que percibe el faro que conduce al puerto (Ms. C 3v)… el faro luminoso del amor: Jesús.

Queremos que nos adorne con pétalos de alegría, aún en los momentos del dolor, sabiendo que Jesús está amando, y así alegrarnos de esa experiencia exquisita de un Jesús que nos sonríe cuando nuestro corazón está en el exilio (P. 45, 5)

Hoy, vinimos al Carmelo y le pedimos su “Lluvia de rosas”, de confianza y abandono, de paz y alegría, de pequeñez y pobreza. Que su lluvia y su presencia sean acompañantes en el camino y que, de su mano, admirados y movidos por su santidad a imitar, nos conduzca con su mano a buscar el rostro de Jesús que se hace niño para que sea alcanzado con simpleza…

Padre Claudio Pisano

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