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Cuando flaqueo, entonces soy fuerte (II Cor. 12, 10). «Humildad que produce desaliento es falsa humildad», decía el Cura de Ars. Pero ¿cómo es posible no desalentarse a la vista de la propia debilidad e impotencia? Nuestra meditación sobre la humildad pide otra consideración sobre la confianza. Quizá no se habla bastante de esta virtud. «La santidad consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en manos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y con una confianza casi audaz en la Bondad de nuestro Padre». Esto es puro Evangelio. La confianza equilibra el alma. ¿Habrá que llamarla correctivo de. la humildad? No; la humildad no necesita corrección; digamos más bien «contrapeso».

Humildad y confianza; a estas dos palabras se puede reducir toda la espiritualidad de Santa Teresa del Niño Jesús. De hecho esas virtudes son el desarrollo normal de su alma; de toda alma que tiene fe en el Amor infinito de Dios hacia la criatura. Desde este punto de vista, humildad y confianza se compenetran, casi se confunden; en efecto, el alma no podría alegrarse en la consideración de su debilidad y miseria si no tuviera la seguridad de ser objeto del Amor Misericordioso. Pero la certeza de ese Amor le mueve a gozarse tanto más cuanto mejor conoce su pequeñez y su nada; no puede menos de alegrarse sabiendo que el Amor Infinito de quien lo espera todo es el Omnipotente. Si «la humildad que descorazona es falsa humildad», no es una virtud. No lo es, porque no tiene el contrapeso de la confianza en el Amor; no lo es, porque no se ha enraizado en la fe, en el Amor Misericordioso, base y fundamento de la confianza. ¡Humildad y confianza! Dos virtudes inseparables en la perfección cristiana; inseparables, porque son complementarias. La humildad sin confianza lleva a la pusilanimidad, al desaliento. La confianza sin humildad conduce a la presunción y a la temeridad.

La vida de Teresa está como impregnada de confianza, ¡confianza de niña! Esto explica el matiz verdaderamente infantil de su humildad, su predilección por todas aquellas expresiones, imágenes y comparaciones que conducen al alma a la infancia espiritual. Toda ella está penetrada de confianza filial.

Estudiemos la confianza de la Santa: 1º En su vida personal. 2º En sus obras.

1

En la vida espiritual de Santa Teresa de Lisieux, el punto de partida, lo hemos dicho, son los deseos; deseos inmensos, ilimitados. ¿Cómo explicar tales deseos en esta niña tan consciente de su pequeñez? Evidentemente, por la confianza; confianza filial en la bondad de Dios, su Padre. Sabe que el amor de Dios a la criatura es enteramente gratuito; sabe y cree con fe firmísima que ese Dios, que es Amor, desea comunicársele. Según eso, limitar sus deseos de amar sería indicio de desconfianza; desconfianza no de sí misma, sino de Dios. No limitará, pues, sus deseos, porque tampoco tiene límites su confianza en el amor de Dios hacia ella. Reconociéndose como un átomo insignificante, pero con capacidad para amar, se deja atraer y se sumerge en la hoguera del Amor Infinito, que quiere llenarla de El, sumergiría en El y transformarla como El en amor...

La confianza que se fundamenta en esta fe, en esta seguridad, no puede tener límites; de ella brotan los deseos, también ilimitados, de perfección, de santidad, de amor.

Cuando considero el espíritu de nuestra Santa, me viene a la memoria una profunda reflexión del P. Faber: «La virtud menos cultivada en la vida espiritual es la esperanza.» La vida de Teresa es, como por contraste, una confirmación clara y decisiva de esa frase. La esperanza, es decir, la confianza, dilata su alma y la lleva a la cima de la santidad. Esta virtud desempeña un papel de primer orden en la santidad de la Santa Carmelita.

Ante este género de santidad tan sencillo y atrayente, no pocas almas se detienen dando oídos a esta reflexión desalentadora: «Teresa fue favorecida por gracias verdaderamente extraordinarias.» ¿De dónde viene esa idea? Supone un desconocimiento de lo que significa en la vida y en la doctrina de Teresa la virtud de la confianza. Puesta esta virtud como base esencial e insustituible de la santidad, deja de ser inverosímil que un alma, por pequeña y pobre que sea, quiera elevarse a la vida de intimidad con Dios. Es evidente, por el contrario, que sin la confianza basada en el Amor Omnipotente de Dios fallará por su misma base todo esfuerzo, todo deseo. La confianza es, pues, la llave del «Caminito» de Teresa del Niño Jesús.

Sólo la confianza podrá conciliar la incompatibilidad existente entre dos extremos; la debilidad de las almas y la fortaleza que les es necesaria; esta virtud es el puente imprescindible entre la humildad y la magnanimidad.

El alma confiada sentirá que en la medida de su debilidad aumenta su fortaleza: «Cum infirmor tunc potens sum.» Sólo la confianza explica esta paradoja. La confianza es la fortaleza de Dios, la Omnipotencia de Dios al servicio del alma; el alma verdaderamente confiada obliga a Dios, en virtud de la gratitud de su amor, a realizar en ella su obra santificadora. Teresa tiene la convicción profunda de que Dios es el autor de la santidad. Viéndose débil e impotente, hace suya la Omnipotencia divina mediante la confianza en el amor infinito y gratuito de Dios. Y con él se siente fuerte; de ahí sus deseos, sus resoluciones, sus obras, que alcanzan límites extremos. Al llegar aquí nos invade la impresión de que hemos penetrado en el centro de la sustancia misma del alma de Teresa; alma tan sencilla como sublime; tanto más sublime cuanto más sencilla. Este género de sublimidad nos lo enseña el Evangelio; por lo tanto, ha de estar a nuestro alcance.

¿Tendremos que citar los textos en que la Santa nos descubre su confianza? Son numerosos, pues tanto sus palabras como sus escritos abundan en esos sentimientos. «Jesús todo lo puede; la confianza hace milagros.» Oigamos su llamamiento, sin atribuir estas palabras a los excepcionales dones de Teresa: « ¡ Oh si las almas débiles e imperfectas como la mía sintiesen lo que yo siento, ninguna desconfiaría de llegar a la cima de la montaña del amor!». ¿Qué es, pues, lo que siente? Que la confianza hace posible lo imposible. «La confianza hace milagros.» «El recuerdo de mis faltas me humilla..., pero me habla más aún de misericordia, de amor. Cuando llena de confianza filial arrojo esas faltas en la ardiente hoguera del amor, no pueden menos de ser consumidas para siempre».

La vista de sus defectos, de sus debilidades, es para ella motivo de confianza. «No siempre soy fiel, pero jamás me desanimo; me abandono en los brazos de Jesús y en El encuentro con creces lo que había perdido.» «Confío en Jesús y le cuento mis infidelidades.» Piensa ingenuamente «adquirir por ese medio mayor influencia sobre su Corazón y atraerse su Amor.» «He encontrado el medio de ser feliz y de sacar partido de mis miserias.» «Nuestro Señor mismo me conduce por ese camino».

Y cuando lleguen en las pruebas más desconcertantes sequedades, oscuridades y hasta tentaciones..., «nada podrá espantarme, ni el viento, ni la lluvia, ni los negros nubarrones que pudieran ocultar el astro del Amor; antes bien, entonces extremaré mi confianza, sabiendo que por encima de esas oscuras nubes sigue brillando el sol». Fe en el amor, a ultranza. ¿Quién me separará de la caridad de Cristo? Nada me podrá separar de la caridad de Dios que está en Cristo Jesús (Rom. 8, 3539). Su hermana la Madre Inés se afligía viéndola sufrir. « ¡Oh, no se aflija! Si me ahogo, El me dará fuerza. ¡ Le amo! El nunca me abandonará».

2

La confianza, que es su punto de apoyo en su ascensión hacia la santidad, le da firmeza en las obras. Veámosla en los tres deberes que la Providencia le impone: 1º Dirección de las Novicias. 2º Redacción de su vida. 3º Colaboración a las misiones y a los misioneros.

1º. No tiene mas que veintidós años cuando la nombran ayudante de la Madre María de Gonzaga, Maestra de Novicias, para supliría en la delicada misión de la dirección de las almas. Escuchemos a Teresa. En pocas líneas, que son toda una teoría sobre la dirección, nos dice qué idea tiene de ese ministerio y los medios con que cuenta para desempeñarlo. «Desde el primer momento comprendí que la tarea era superior a mis fuerzas. Entonces, arrojándome en brazos de Dios, le dije: «Señor, ya lo veis, soy demasiado pequeña para alimentar a vuestras hijas; si queréis darles por mi medio el manjar que necesitan, llenad mi mano, y sin desviar de Vos mis ojos, distribuiré vuestros tesoros entre las almas que vengan a pedirme su alimento».

Verdadero método de dirección. Manténgase el Director unido a Dios, entréguese a su acción divina por la confianza en El, a base de humildad y de desconfianza propia; el Espíritu Santo le iluminará y le guiará con sus dones de Entendimiento y de Consejo. Este fue el método de Teresa, y reconoce que le dio magníficos resultados: «El llenaba mi mano siempre que era necesario». Confianza llena de sencillez, que suple con ventaja los cálculos, la agitación, la sabiduría humana de ciertos directores.

2º Con esa misma disposición de confianza sencilla y serena, la Carmelita de Lisieux empezó a escribir el relato lleno de luz que se ha llamado La Historia de un alma. Cuando la Madre Inés, entonces Priora, ordenó a Teresa que escribiera los recuerdos de su infancia, sintió grandísima repugnancia. Pensaba, no sin fundamento, que este trabajo «disiparía su corazón». La Madre Inés mantuvo la orden, y Teresa, sin preocuparse del plan que había de seguir en la composición, puso su confianza en Dios; arrodillándose ante una imagen de la Virgen, oró. «Antes de coger la pluma, me arrodillé ante la imagen de María; le supliqué guiase mi mano a fin de no escribir una sola línea que no le fuera agradable. En seguida, abriendo el Santo Evangelio, leí estas palabras: Jesús, habiendo subido al monte, llamó a Sí los que El quiso». Ese fue el espíritu, ésa fue la disposición del alma con que se entregó a la redacción de ese libro, que, por su sencillez, ha encantado a millones de almas. Humildad, sencillez, confianza en Dios, es el secreto de su composición. Ese libro termina con una explosión de confianza, después de haber recordado en términos ardientes la Pasión y la Cruz, la Eucaristía y la Comunión: « ¡Oh Jesús! ¡Déjame decirte que tu amor llega hasta la locura! Al considerar tus excesos, ¿cómo no enamorarme de Ti?, ¿cómo podrá tener límites mi confianza?».

3º Teresa se sintió atraída hacia el apostolado misional, ayudando a algunos misioneros. Joven e inexperta, ¿quién la sostiene en esta colaboración al apostolado activo? ¡La confianza! Confianza en el valor de los pequeños sacrificios ofrecidos por Amor. Escribe al Padre Roulland: «Me siento verdaderamente dichosa de colaborar con usted en la salvación de las almas. Con este fin me hice Carmelita. ¡No pudiendo ser misionera de vanguardia, quise serlo por el amor y la penitencial ». ¡Por el amor y la penitencial Teresa sabe que Dios acepta sus sacrificios y los aplica a las almas y a los misioneros que trabajan en su evangelización. Esta confianza, nos lo dice ella misma, es la que la condujo al Carmelo. La confianza en el valor apostólico del amor y del sacrificio por amor es la gran fuerza de la Santa. ¿Quién podrá sospechar la influencia de esta acción oculta, tanto más eficaz cuanto más escondida? Dice San Juan de la Cruz que un solo acto de amor puro es más provechoso a las almas y a la Iglesia que todas las obras exteriores.

Así se comprende la famosa página de La Historia de un alma, en que Teresa explica cómo comprendió su vocación. Página en que, a primera vista, quizá no veremos sino los desvaríos de una imaginación exaltada.

Leyendo el capítulo 12 de la Epístola primera a los Corintios, Teresa no reconoce su vocación en ninguno de los miembros descritos por San Pablo, pero sueña con encontrarse en todos. La Iglesia tiene un corazón que vitaliza todas las vocaciones. Y en. un transporte de alegría exclama: «Mi vocación es el amor. En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor. Así lo seré todo.» Y explica este concepto como pudiera hacerlo un teólogo: «He comprendido que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que se extiende a todos los lugares, a todos los tiempos». Excelente tema de meditación para los que trabajan en la Iglesia. «¡Lo único que vale es el amor!». La fe y la confianza en la inmensa eficacia del Amor hicieron a Teresa misionera.

La vida de Teresa es una confirmación de que la debilidad es nuestra fuerza. Pero insistimos en la idea, no bastante conocida, de que sólo la confianza pudo realizar tal milagro: confianza invencible, obstinada, heroica.

La fe en el amor y, como consecuencia, la confianza, dilataba su alma y la impulsaba a entregarse al Todopoderoso; de este modo los obstáculos, incluso su debilidad, se convertían en medios. Lo que para muchas almas es motivo de desaliento y dificultad en sus relaciones con Dios, era para Teresa el medio de elevarse sobre sí misma hasta el Corazón de Dios. Precisamente porque se veía débil se fiaba del Amor. Recordemos la frase de San Pablo: El que espera no será confundido. Es la explicación del: cuando flaqueo, entonces soy fuerte (2 Cor. 12, 10).


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  Comentarios (2)
 1 COMENTARIO
Escrito por Martin, el 16-01-2013 10:51
QUISIERA QUE A TRAVES DE TERESITA, PODER TENER ESE ALIENTO DE MANIFESTAR QUE CUANDO FLAQUEO ENTONCES SOY FUERTE, QUE ELLA ME DE LA SUFICIENTE FUERZA PARA TENER LA ESPERANZA QUE SERE ESCUCHADO POR EL SEÑOR, QUE ELLA ME INFUNDA LA FORTALEZA DE PODER CONTINUAR CON ESTA DIFICIL TAREA QUE TENGO ENCOMENDADA, MIS FUERZAS SE DEBILITAN, PERO CONFIO EN TERESITA QUE SI ELLA ME AYUDARA.A AMEN.
 2 Confianza
Escrito por Blanca, el 03-06-2008 16:06
Me a encantado ahora en mis momentos de debilidad con pensamientos tas negativos y de derrota me anima a seguir adelante confiando mas y mas en Jesus, en su misericordia y sobre todo en su amor. Pedir a Dios que llene nuestras manos de esa confianza con que lleno a Santa Teresita y no quedaremos defraudados!! Bendiciones
 
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