Felicidad y sufrimiento de unos padres |
Pues no: los hijos de Celia no sufrirán lo que ella sufrió; de ello se encargará ella. Pero la vida ordena otra cosa... A la gozosa espera del primer bebé se mezcla la tristeza de la corta enfermedad, después de la muerte de la señora Guérin, el 9 de septiembre de 1859. Es, con todo, el momento para la vida que Celia, por primera vez, con emoción, siente que se abre en ella. El 22 de febrero de 1860 nace la pequeña María Luisa (llamada como la hermana de Celia que, tres meses después, profesó en la Visitación). En la vida corriente a la pequeña se la llamará "María", por abreviar. Los nueve hijos de Celia llevarán, como primer nombre, el nombre de María. El 7 de septiembre de 1861, nace Paulina. Después, el 3 de junio de 1863, Leonia. Estas tres primeras hijas, a quienes pudo criar personalmente, llegarán a los 80, 90 y 78 años, respectivamente. Dolor profundo, cuando no consigue criar lo suficiente a su cuarta hija, Elena, que nace el 13 de octubre de 1864, y que es necesario confiarla a una nodriza. Ya Celia comienza a "sufrir un poco de un ganglio en el pecho" (CF 13), que acabará por convertirse en un cáncer del que morirá trece años después. Insistimos un poco más sobre el amor maternal de Celia por la pequeña ausente. Celia relata el 12 de enero de 1865: "La pequeña Elena crece mucho, es bella como un ángel. He ido a verla el primer día del año, te aseguro que muy en privado; pienso en ella continuamente. Ella es una buena nodriza, rebosante de salud" (CF 11). El 5 de marzo: "He ido a ver el martes pasado a mi pequeña Elena. Salí sola a las 7 de la mañana, por la lluvia y el viento que me han acompañado a la ida y a la vuelta. Imagínate mi fatiga a lo largo del camino, pero me sostenía el pensamiento de que pronto iba a tener en mis brazos al objeto de mi amor. La pequeña Elena es una hermosa joya, ¡es bella que es un primor!" (CF 12). "He ido a ver, hace quince días, a la que se está criando fuera; no me acuerdo de haber experimentado nunca un sentimiento de dicha semejante al momento en que la tomé en mis brazos, y ella me ha sonreído tan graciosamente, que creía ver un ángel; en fin, no lo puedo expresar; creo que hasta ahora no he visto y que jamás veré una hijita tan encantadora. Mi pequeña Elena, ¿cuándo tendré la dicha de tenerte del todo? ¡No me puedo figurar tener la dicha de ser la madre de una criatura tan deliciosa!... ¡Oh, bueno!, no me arrepiento de estar casada" (CF 13). El 26 de junio de 1865 muere el abuelo Pierre Martin. "Ha muerto como un santo -escribe Celia-, tal vida, tal fin". Como con un presentimiento de todo lo que va a venir a continuación, queda muy impresionada: "Jamás hubiera creído que esto pudiera causarme tanto efecto: estoy aterrada, mi pobre suegra pasó noches cuidándole durante dos meses y medio sin aceptar a nadie que la ayudara (...) Te lo confieso, mi muerte me espanta. Acabo de ver a mi suegro, ¡tiene los brazos tan rígidos y la cara tan fría! ¡Y decir que veré a los míos así o que ellos me verán!" (CF 14). Las maternidades se suceden. Gran alegría, el 20 dé septiembre de 1866, con el nacimiento del pequeño María José; al fin, el chico que podrá ser sacerdote y misionero. Por desgracia, también tiene que confiarle a una nodriza, una joven granjera de Semallé -pueblo a 13 kilómetros de Alençon-, Rosa Taillé, a quien en la familia se la llamará "Rosita" y a quien un día se le confiará la pequeña Teresa. "Acabo de ver a mi pequeño José", escribe la orgullosa madre el 18 de noviembre de 1866. "¡Oh, qué grande y fuerte está el pequeñín! Es imposible desear algo mejor. Nunca he tenido un hijo que crezca tan bien, aparte de María. ¡Ah, si supieras cómo quiero a mi pequeño José! ¡Creo que soy del todo afortunada!" (CF 19). Mas ¡qué pronto la angustia! "He tenido la dicha de ver a mi pequeño José el primer día del año. Como aguinaldo le he vestido como a un príncipe (...) Al día siguiente, desde las tres de la mañana, oímos llamar muy fuerte a la puerta; nos levantamos, vamos a abrir y nos dicen: `Venid aprisa, vuestro hijito está muy mal, nos tememos que va a morir'. Sabes que nunca he tardado mucho en vestirme y heme aquí en camino al campo, la noche más fría, a pesar de la nieve y el hielo del camino. No pedí a mi marido que me acompañara, no tenía miedo, hubiera atravesado sola un bosque, pero no quiso dejarme ir sin él. El pequeñín tenía una fuerte erisipela, y el aspecto era lamentable. El médico me dijo que estaba en gravísimo peligro; en fin, yo le veía ya muerto... Pero Dios no me había hecho esperar tanto un niño para quitármelo tan pronto y quiso dejármelo; ahora está muy bien de salud" (CF 21). Por desgracia, un mes después, el 14 de febrero, el primer hijo de Celia y Luis muere... Se adivina la herida del corazón de sus padres. No será el único luto en la familia. Después de un nacimiento difícil y de continuas enfermedades, un segundo hijo, otro "José" (José Juan Bautista), confiado igualmente a "Rosita" para que lo críe, muere el 24 de agosto de 1868, a los ocho meses. "Mi queridito José ha muerto esta mañana, a las siete", escribe Celia a su hermano. "Estaba sola con él. Ha pasado una noche de terribles sufrimientos y pedía con lágrimas que se viera libre de ellos" (CF 36). Nueve días después, muere el señor Guérin, el gendarme retirado, papá de Celia... "Tengo el corazón roto de dolor y, al mismo tiempo, lleno de celestial consuelo. Si supieras con qué santa disposición se ha preparado a la muerte (...) Su tumba estará muy cerca de la de mis dos pequeños José" (CF 38). El 28 de abril de 1869, nace el séptimo hijo, Celina (la futura sor Genoveva). Pero, dolor desgarrador de Celia y de Luis, el 22 de febrero de 1870 muere inesperadamente la pequeña Elena, a la edad de cinco años y cuatro meses. "Mientras la sostenía, su cabecita cayó sobre mi hombro, sus ojos se cerraron, a los cinco minutos no vivía ya... Esto me ha causado una impresión que no olvidaré jamás. No me esperaba este desenlace brusco, ni mi marido tampoco. Cuando entró y vio a su pobre hijita muerta, se puso a sollozar gritando: `¡Mi Elenita, mi Elenita!' Luego la hemos ofrecido juntos a Dios (...) La he vestido y colocado en la caja, creí que iba a morir, pero no quería que la tocasen los otros" (CF 52). "No hay un minuto que no piense en ella (...) En fin, está en el cielo, más feliz que aquí abajo, pero en cuanto a mí, me parece que toda mi felicidad se ha ido" (CF 54). Mientras sucede todo esto, Celia está encinta de nuevo. Al ser la mortalidad un azote despiadado en una época en la que la medicina tenía que avanzar mucho, esta primer "Teresita" (María Melania Teresa), que nace el 16 de agosto de 1870, murió cincuenta y tres días después... "Estaría tan contenta de tener otra", escribe Celia nueve meses después de esta muerte de la que "jamás se consolará" (CF 66), y esta otra hija se llamará "Teresa, como mi anterior pequeñita" (CF 85). Y las pruebas no cesan... Hasta en los últimos meses de su vida, Celia tendrá que preocuparse del asunto de su pequeña Leonia, la hija distinta de las demás, menos capacitada, el patito silvestre que huye de todo buen consejo, Leonia la original, la inesperada, que más tarde, tras tres fracasos de vida religiosa, llegará a ser religiosa en la Visitación donde vivirá el modelo-tipo del "caminito" que Teresa le enseñó.
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