Pero la hermana Teresa no estaba destinada para alimentar por mucho tiempo al pequeño rebaño puesto a su cargo. En abril de 1896, una hemorragia pulmonar le hizo entrever su ya próximo fin. "Durante la cuaresma de ese año", escribe "me sentía yo más fuerte que nunca y esta fuerza a pesar del ayuno que observé con todo rigor, me duró hasta la pascua, luego el viernes Santo, a primera hora Jesús me dió la esperanza de que pronto iría yo a unirme con El en su bella morada. ¡Oh, cuán dulce es este recuerdo para mí!. El jueves en la noche, como no había yo conseguido permiso de quedarme a velar en el sepulcro toda la noche, regresé a mi celda a media noche. Apenas puse la cabeza en la almohada cuando sentí que algo espumeante venía a mis labios. Creí que iba a morir y mi corazón casi estalla de gozo. Sin embargo como había yo apagado mi lamparita de noche, mortifiqué mi curiosidad hasta la mañana siguiente y me dormí en paz."
Este primer aviso fué seguido por el segundo a la noche siguiente: "Al anochecer de este feliz día (Viernes Santo), entré llena de regocijo a mi celda y me iba a dormir tranquilamente cuando mi buen Jesús me dió, como la noche precedente, la misma señal de mi próxima entrada a la vida eterna".
Pero no estaba destinada para morir inmediatamente; dieciocho meses hubieron de transcurrir antes de que la arena de su vida hubiese terminado." Fueron meses de sufrimiento y la oscura noche de la desolación interior se le acercó con intensidad aumentada, con el fin de purificar más su alma. Durante el tiempo pascual, tan lleno de luz Jesús me hizo entender que hay en realidad almas sin fe y sin esperanza, quienes por un abuso de gracia, pierden tan preciados tesoros que constituyen la única fuente de alegría real y pura. Hizo que mi alma fuera invadida con la más densa obscuridad y el pensamiento del cielo, tan dulce para mí desde mi niñez, llegó a ser una fuente de torturas. La duración de esta prueba no fue limitada a algunos días o semanas he estado sufriendo ya por meses y espero aun la hora de mi liberación".
Teresita en el hospital sufre lo indecible y da ejemplo de soportarlo por la salvación de las almas.
La hora de su liberación ya no dista mucho, sigámosla hasta el fin de su peregrinar en la tierra para entender en los últimos meses de su corta existencia cómo Dios prepara a las almas escogidas para su Reino de los Cielos.
Aún cuando la Hermana Teresa había escuchado, hacia los fines de la cuaresma de 1896 como un murmullo dulce y lejano que anunciaba la llegada del Esposo, no fue sino hasta principios de julio de 1897 que fue finalmente relegada a la enfermería y fue allí en donde 5 meses después murió el 30 de septiembre.
Durante los últimos meses de su vida sus virtudes en medio del martirio de cuerpo y del alma que estaba atravesando, llegaron al grado del heroísmo. A pesar de las tentaciones contra la fe. Que continuamente la molestaban, permaneció fiel a su camino de confianza y abandono. "No escogería morir a vivir decía ella, y si Dios me pidiera que eligiera lo que quisiera, no podría elegir sino esto yo sólo deseo lo que Él desea, es lo que él desea lo que yo amo.
En el curso del mes de agosto permaneció algunos días como fuera de ella, implorando que rezáramos por ella. Nunca la habíamos visto en tales condiciones, en este estado de angustia inexpresable la oíamos repetir: "¡Oh cuan necesario es rezar por los que están en agonía, si se supiera!".
El mal Espíritu, también la asediaba. "El demonio anda en mi rededor, me atormenta, me sujeta con garras de hierro para evitar que yo obtenga el más ligero alivio, aumenta mis penas a tal grado que ya estoy casi desesperada. Y no puedo rezar nada más puedo ver a la Santísima Virgen y decir ¡Jesús! Oh cuan necesaria es la oración de Completas. Líbranos de los fantasmas nocturnos"
Pero al acercarse el fin de la noche de sufrimiento, el velo que esconde el futuro de los ojos humanos, pareció en este caso, haber sido frecuentemente levantado. Ella pudo con maravillosa claridad ver hacia el futuro y pronunciar palabras que, después de muerta se han hecho verdad. Parece haber tenido un conocimiento previo de su futura misión. "Después de que yo muera, dijo, un día haré que una lluvia de rosas caiga sobre la tierra".
En otra ocasión recibió a la madre superiora con una expresión inusitadamente brillante de tranquila alegría: "Madre mía, dijo, algunas notas de música lejana me acaban de llegar y pensé que ya pronto debería estar escuchando melodías incomparables, pero este pensamiento me alegró solamente por un instante, solamente una esperanza hace que mi corazón palpite más rápidamente, es el amor que recibiré y el que estoy capacitada para dar. Siento que mi misión está a punto de comenzar mi misión de hacer a Dios amado, como yo lo amo, señalándole a las almas mi pequeño camino. Quiero vivir mi cielo haciendo bien en la tierra. No es posible ya que aún cuando están en el mismo centro de la visión beatífica, los ángeles nos vigilan. ¡No! yo nunca podré tomar descanso hasta el mismo fin del mundo, pero cuando el ángel haya dicho, el tiempo ha terminado entonces descansaré porque el número de los elegidos estará ya completo.
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