Cuarto día

Virgen de la Sonrisa, Madre de la alegría.
Vengo a ponerme delante de tus ojos buenos.
Necesito esa luz de tus ojos serenos y esa esperanza
de tu rostro amable.
Te doy gracias María, porque estás a mi lado en todos
los momentos.
Cuando sufro, tengo tu alivio.
Cuando estoy feliz, compartes mi gozo.
Vengo a buscar tu ayuda de Madre para mí
y para todos mis seres queridos.

Madre mía, Virgencita, apiádate de mí que estoy
deprimido, afligido, triste y me siento solo.
Virgen de la sonrisa, devuélveme el ánimo,
las ganas de vivir y la esperanza.
Ayúdame en este momento depresión en el cual
no siento ganas de vivir y de luchar.
Así como ayudaste a Santa Teresita a liberarse
de la depresión y la tristeza, alcánzame el consuelo
de tu Hijo Jesús, y sáname de esta enfermedad.

(Pedir con humildad y confianza la gracia que se quiere obtener)

Te pido que hagas nacer en nosotros a Jesús.
Así podremos vivir con alegría,
y saldremos adelante
en medio de las dificultades de la vida.
Danos fortaleza, paciencia, valentía,
y mucha esperanza para seguir caminando.
Madre de la alegría, derrama tu consuelo
en todos los que están tristes y cansados,
deprimidos y desalentados.
Que la hermosura de tu rostro,
lleno de fuerza y de ternura,
nos llene a todos de confianza,
porque comprendes lo que nos pasa
y somos valiosos para tu corazón materno.
Amén.

Lectura bíblica:
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ‘¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que fue anunciado de parte del Señor’. María dijo entonces: ‘Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora…’.” (Lucas 2, 39-47)

Reflexión:
Una de las cosas que debemos aprender de María es a compartir con los demás las alegrías, las tristezas, los gozos, los dolores.
María no es una mujer indiferente, cerrada en sus cosas, al contrario, ella está siempre disponible, acude siempre al encuentro del otro para tomar parte en su vida y para señalarle, con la sonrisa de sus labios, que la presencia de Dios lo acompaña en medio de todas las circunstancias.

Oración final para todos los días: 

De la mano maternal de María nos dirigimos al Padre con la oración que Jesús nos enseñó.

(Se reza un Padre Nuestro)

Depositamos en las manos de María nuestras intenciones.

(Se reza un Ave María y Bajo tu amparo)

Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de Dios.
No desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien líbranos de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita.
Amén.