Octavo día

Virgen de la Sonrisa, Madre de la alegría.
Vengo a ponerme delante de tus ojos buenos.
Necesito esa luz de tus ojos serenos y esa esperanza
de tu rostro amable.
Te doy gracias María, porque estás a mi lado en todos
los momentos.
Cuando sufro, tengo tu alivio.
Cuando estoy feliz, compartes mi gozo.
Vengo a buscar tu ayuda de Madre para mí
y para todos mis seres queridos.

Madre mía, Virgencita, apiádate de mí que estoy
deprimido, afligido, triste y me siento solo.
Virgen de la sonrisa, devuélveme el ánimo,
las ganas de vivir y la esperanza.
Ayúdame en este momento depresión en el cual
no siento ganas de vivir y de luchar.
Así como ayudaste a Santa Teresita a liberarse
de la depresión y la tristeza, alcánzame el consuelo
de tu Hijo Jesús, y sáname de esta enfermedad.

(Pedir con humildad y confianza la gracia que se quiere obtener)

Te pido que hagas nacer en nosotros a Jesús.
Así podremos vivir con alegría,
y saldremos adelante
en medio de las dificultades de la vida.
Danos fortaleza, paciencia, valentía,
y mucha esperanza para seguir caminando.
Madre de la alegría, derrama tu consuelo
en todos los que están tristes y cansados,
deprimidos y desalentados.
Que la hermosura de tu rostro,
lleno de fuerza y de ternura,
nos llene a todos de confianza,
porque comprendes lo que nos pasa
y somos valiosos para tu corazón materno.
Amén.

Lectura bíblica:
“Se celebraban unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía’. Pero su madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan todo lo que él les diga’…” (Juan 2, 1-5)

Reflexión:
Ya sabemos cómo terminó la historia, esa fiesta que simboliza la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se aguó… La hora de Jesús ha llegado, si invitamos al Hijo y a su madre para que participen de nuestra vida haremos de ella una continua fiesta en donde el vino de la alegría y de la fraternidad nunca faltarán. Acudiendo a la Virgen de la Sonrisa encontramos el consuelo necesario para superar todas las circunstancias penosas que ponen en peligro la fiesta de la vida.

Oración final para todos los días: 

De la mano maternal de María nos dirigimos al Padre con la oración que Jesús nos enseñó.

(Se reza un Padre Nuestro)

Depositamos en las manos de María nuestras intenciones.

(Se reza un Ave María y Bajo tu amparo)

Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de Dios.
No desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien líbranos de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita.
Amén.