Sexto día

Virgen de la Sonrisa, Madre de la alegría.
Vengo a ponerme delante de tus ojos buenos.
Necesito esa luz de tus ojos serenos y esa esperanza
de tu rostro amable.
Te doy gracias María, porque estás a mi lado en todos
los momentos.
Cuando sufro, tengo tu alivio.
Cuando estoy feliz, compartes mi gozo.
Vengo a buscar tu ayuda de Madre para mí
y para todos mis seres queridos.

Madre mía, Virgencita, apiádate de mí que estoy
deprimido, afligido, triste y me siento solo.
Virgen de la sonrisa, devuélveme el ánimo,
las ganas de vivir y la esperanza.
Ayúdame en este momento depresión en el cual
no siento ganas de vivir y de luchar.
Así como ayudaste a Santa Teresita a liberarse
de la depresión y la tristeza, alcánzame el consuelo
de tu Hijo Jesús, y sáname de esta enfermedad.

(Pedir con humildad y confianza la gracia que se quiere obtener)

Te pido que hagas nacer en nosotros a Jesús.
Así podremos vivir con alegría,
y saldremos adelante
en medio de las dificultades de la vida.
Danos fortaleza, paciencia, valentía,
y mucha esperanza para seguir caminando.
Madre de la alegría, derrama tu consuelo
en todos los que están tristes y cansados,
deprimidos y desalentados.
Que la hermosura de tu rostro,
lleno de fuerza y de ternura,
nos llene a todos de confianza,
porque comprendes lo que nos pasa
y somos valiosos para tu corazón materno.
Amén.

Lectura bíblica:
Jesús dijo: “No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”. (Lucas 12, 32)

Reflexión:
Quien tiene a Jesús en su corazón tiene una alegría que nada ni nadie puede hacer desaparecer, porque se sabe parte del pequeño rebaño que él mismo pastorea. Quien tiene a Jesús en su corazón ve todo con los ojos de María y enfrenta las mayores dificultades sin perder la calma. La sonrisa bondadosa y serena de la imagen venerada de nuestra Madre nos anima, así enfrentamos todas las circunstancias que nos tocan vivir con la misma actitud de María, gozando, como ella, de la paz y de la confianza en Dios que todo lo puede: “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar” (Salmo 23, 1) .

Oración final para todos los días: 

De la mano maternal de María nos dirigimos al Padre con la oración que Jesús nos enseñó.

(Se reza un Padre Nuestro)

Depositamos en las manos de María nuestras intenciones.

(Se reza un Ave María y Bajo tu amparo)

Bajo tu amparo
nos acogemos,
Santa Madre de Dios.
No desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien líbranos de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita.
Amén.