Uno de los principales deberes de las hermanas Carmelitas es orar por los sacerdotes, Teresita consideró este deber como uno de los más importantes de su vida. En su viaje por Italia había visto algunos casos que la convencieron de que los sacerdotes pueden no llegar a la santidad a la cual los llama el Señor si no hay quien rece mucho por ellos, y se dedicó a encomendar día por día a todos los sacerdotes, pero especialmente a aquellos que estuvieran en mayor peligro de ser infieles a su vocación y a sus deberes sacerdotales.
Y aún después de muerta han sido maravillosas las gracias de conversión y de perseverancia que muchísimos sacerdotes han obtenido al encomendarse a ella.
El Cardenal Leger de Canadá decía: «Recién ordenado sacerdote era yo débil de salud del cuerpo y de salud del alma, ella me obtuvo una rebosante salud corporal y entusiasmo por mi sacerdocio, y perseverancia». No sobra decir que el fervoroso Cardenal Leger terminó dejando las comodidades de su cardenalato en Quebec, para irse al África a cuidar leprosos y murió como un Santo.
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